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Глава 14 
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Cuando, pues, el Señor supo que los fariseos habían oído decir: «Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan»
(aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),
salió de Judea y se fue otra vez a Galilea.
Y le era necesario pasar por Samaria.
Fue, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.
Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del viaje, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta.
Llegó una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo:

—Dame de beber

—pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos—.
La mujer samaritana le dijo:

—¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? —porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí—.

Respondió Jesús y le dijo:

—Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le pedirías, y él te daría agua viva.

La mujer le dijo:

—Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?

¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
Jesús le contestó:

—Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed;

pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
La mujer le dijo:

—Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed ni venga aquí a sacarla.

Jesús le dijo:

—Ve, llama a tu marido, y ven acá.

Respondió la mujer y dijo:

—No tengo marido.

Jesús le dijo:

—Bien has dicho: “No tengo marido”,

porque cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido. Esto has dicho con verdad.
Le dijo la mujer:

—Señor, me parece que tú eres profeta.

Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.
Jesús le dijo:

—Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.

Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos.
Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que lo adoren.
Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren.
Le dijo la mujer:

—Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.

Jesús le dijo:

—Yo soy, el que habla contigo.

En esto llegaron sus discípulos y se asombraron de que hablara con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: «¿Qué preguntas?» o «¿Qué hablas con ella?»
Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres:
—Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?
Entonces salieron de la ciudad y vinieron a él.
Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo:

—Rabí, come.

Él les dijo:

—Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.

Entonces los discípulos se decían entre sí:

—¿Le habrá traído alguien de comer?

Jesús les dijo:

—Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.

¿No decís vosotros: “Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega”? Yo os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.
Y el que siega recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra se goce juntamente con el que siega.
En esto es verdadero el dicho: “Uno es el que siembra y otro es el que siega.”
Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron y vosotros habéis entrado en sus labores.
Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: «Me dijo todo lo que he hecho.»
Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días.
Muchos más creyeron por la palabra de él,
y decían a la mujer:

«Ya no creemos solamente por lo que has dicho, pues nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.»

Dos días después salió de allí y fue a Galilea,
pues Jesús mismo dio testimonio de que al profeta no se le honra en su propia tierra.
Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron, pues habían visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta, porque también ellos habían ido a la fiesta.
Fue, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había en Capernaúm un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo.
Cuando oyó aquel que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a él y le rogó que descendiera y sanara a su hijo, que estaba a punto de morir.
Entonces Jesús le dijo:

—Si no veis señales y prodigios, no creeréis.

El oficial del rey le dijo:

—Señor, desciende antes que mi hijo muera.

Jesús le dijo:

—Vete, tu hijo vive.

El hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.

Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirlo, y le informaron diciendo:

—Tu hijo vive.

Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a mejorar. Le dijeron:

—Ayer, a la hora séptima, se le pasó la fiebre.

El padre entonces entendió que aquélla era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive.» Y creyó él con toda su casa.
Esta segunda señal hizo Jesús cuando fue de Judea a Galilea.
»No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.
Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
Le dijo Tomás:

—Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?

Jesús le dijo:

—Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.

Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.
Felipe le dijo:

—Señor, muéstranos el Padre y nos basta.

Jesús le dijo:

—¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: “Muéstranos el Padre”?

¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, él hace las obras.
Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
»De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.
Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré.
»Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros.
»No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros.
Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis.
En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros.
El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.
Le dijo Judas (no el Iscariote):

—Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo?

Respondió Jesús y le dijo:

—El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él.

El que no me ama no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.
»Os he dicho estas cosas estando con vosotros.
Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho.
»La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.
Habéis oído que yo os he dicho: “Voy, y vuelvo a vosotros.” Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre, porque el Padre mayor es que yo.
Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que, cuando suceda, creáis.
No hablaré ya mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí.
Pero para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago.

»¡Levantaos, vámonos de aquí!


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