Скрыть
10:1
10:2
10:3
10:4
10:5
10:7
10:8
10:9
10:10
10:11
10:13
10:14
10:16
10:17
10:18
10:19
10:21
10:22
10:24
10:25
10:27
10:29
10:30
10:31
10:32
10:33
10:35
10:42
10:44
10:45
10:48
Глава 15 
15:2
15:3
15:4
15:5
15:6
15:12
15:13
15:14
15:15
15:16
15:18
15:19
15:21
15:22
15:23
15:24
15:25
15:26
15:27
15:28
15:29
15:30
15:31
15:33
15:34
15:35
15:36
15:39
15:40
Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada «la Italiana»,
piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba siempre a Dios.
Éste vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba y le decía:

—¡Cornelio!

Él, mirándolo fijamente, y atemorizado, dijo:

—¿Qué es, Señor?

Le dijo:

—Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios.

Envía, pues, ahora hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro.
Éste se hospeda en casa de cierto Simón, un curtidor que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas.
Cuando se marchó el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados y a un devoto soldado de los que lo asistían,
a los cuales envió a Jope, después de habérselo contado todo.
Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta.
Sintió mucha hambre y quiso comer; pero mientras le preparaban algo le sobrevino un éxtasis:
Vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra,
en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres, reptiles y aves del cielo.
Y le vino una voz:

—Levántate, Pedro, mata y come.

Entonces Pedro dijo:

—Señor, no; porque ninguna cosa común o impura he comido jamás.

Volvió la voz a él la segunda vez:

—Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.

Esto ocurrió tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo.
Mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, los hombres que habían sido enviados por Cornelio, habiendo preguntado por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
Llamaron y preguntaron si allí se hospedaba un tal Simón que tenía por sobrenombre Pedro.
Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: «Tres hombres te buscan.
Levántate, pues, desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado».
Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo:

—Yo soy el que buscáis. ¿Cuál es la causa de vuestra venida?

Ellos dijeron:

—Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras.

Entonces, haciéndolos entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y lo acompañaron algunos de los hermanos de Jope.
Al otro día entraron en Cesarea. Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos.
Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirlo y, postrándose a sus pies, lo adoró.
Pero Pedro lo levantó, diciendo:

—Levántate, pues yo mismo también soy un hombre.

Hablando con él, entró y halló a muchos que se habían reunido.
Y les dijo:

—Vosotros sabéis cuán abominable es para un judío juntarse o acercarse a un extranjero, pero a mí me ha mostrado Dios que a nadie llame común o impuro.

Por eso, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?
Entonces Cornelio dijo:

—Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente,

y me dijo: “Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios.
Envía, pues, a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual se hospeda en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; cuando llegue, él te hablará.”
Así que luego envié por ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado.
Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo:

—En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas,

sino que en toda nación se agrada del que lo teme y hace justicia.
Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos.
Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan:
cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús, a quien mataron colgándolo en un madero, hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén.
A éste levantó Dios al tercer día e hizo que apareciera,
no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos.
Y nos mandó que predicáramos al pueblo y testificáramos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.
De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él crean recibirán perdón de pecados por su nombre.
Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso.
Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramara el don del Espíritu Santo,
porque los oían que hablaban en lenguas y que glorificaban a Dios.
Entonces respondió Pedro:

—¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?

Y mandó bautizarlos en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedara por algunos días.
Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: «Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés no podéis ser salvos.»
Pablo y Bernabé tuvieron una discusión y contienda no pequeña con ellos. Por eso se dispuso que Pablo, Bernabé y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión.
Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos.
Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la iglesia, por los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo:

—Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la Ley de Moisés.

Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto.
Después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo:

—Hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo Dios escogió que los gentiles oyeran por mi boca la palabra del evangelio y creyeran.

Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros;
y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.
Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.
Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles.
Cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo:

—Hermanos, oídme.

Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de ellos pueblo para su nombre.
Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
»“Después de esto volveré
y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído;
y repararé sus ruinas,
y lo volveré a levantar,
para que el resto de los hombres busque al Señor,
y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre,
dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos.”
»Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,
sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre,
porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada sábado.
Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir a algunos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas, que tenía por sobrenombre Barsabás, a Silas, hombres principales entre los hermanos,
y escribir por conducto de ellos:

«Los apóstoles, los ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están en Antioquía, Siria y Cilicia: Salud.

Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la Ley,
nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo,
hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo,
pues ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:
que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; si os guardáis de estas cosas, bien haréis. Pasadlo bien.»
Así pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía y, reuniendo a la congregación, entregaron la carta.
Habiéndola leído, se regocijaron por la consolación.
Judas y Silas, que también eran profetas, consolaron y animaron a los hermanos con abundancia de palabras.
Después de pasar algún tiempo allí, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a aquellos que los habían enviado.
Sin embargo, a Silas le pareció bien quedarse allí.
Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos.
Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé:

—Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están.

Bernabé quería que llevaran consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos,
pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia y no había ido con ellos a la obra.
Hubo tal desacuerdo entre ambos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre,
y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor,
y pasó por Siria y Cilicia, animando a las iglesias.
Толкования стиха Скопировать ссылку Скопировать текст Добавить в избранное
Библ. энциклопедия Библейский словарь Словарь библ. образов Практическая симфония
Цитата из Библии каждое утро
TG: t.me/azbible
Viber: vb.me/azbible