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Глава 25 
25:2
Respondió Job y dijo:
«Ciertamente yo sé que esto es así:
¿Cómo se justificará el hombre delante de Dios?
Si pretendiera discutir con él,
no podría responderle a una cosa entre mil.
Él es sabio de corazón y poderoso en fuerzas,
¿a quién, si quisiera resistirle, le iría bien?
Él arranca los montes con su furor,
sin que ellos sepan quién los trastornó.
Él remueve de su lugar la tierra,
y hace temblar sus columnas.
Si él lo ordena, el sol no sale,
y él es quien pone sello a las estrellas.
Él solo extiende los cielos,
y anda sobre las olas del mar.
Él hizo la Osa y el Orión,
las Pléyades y los más remotos lugares del sur.
Él hace cosas grandes e incomprensibles,
maravillosas y sin número.
Él pasa delante de mí, y yo no lo veo;
pasa junto a mí sin que yo lo advierta.
Si arrebata alguna cosa ¿quién hará que la restituya?
¿Quién le dirá: “Qué haces”?
»Dios no volverá atrás su ira,
y bajo él se postran los que ayudan a los soberbios;
pues ¿cuánto menos podré yo replicarle
y escoger mis palabras frente a él?
Aunque yo fuera justo, no podría responderle;
sólo puedo rogarle, a él que es mi juez.
Ni aun si lo invocara y él me respondiera,
creería yo que ha escuchado mi voz.
Porque él me quebranta con tempestad,
aumenta sin causa mis heridas
y no me concede que tome aliento,
sino que me llena de amarguras.
Si hablamos de su fuerza, por cierto que es poderosa;
si de juicio, ¿quién lo emplazará?
Aunque yo me justificara, mi propia boca me condenaría;
aunque fuera perfecto, él me declararía culpable.
Aun siendo yo íntegro, él no me tomaría en cuenta,
¡despreciaría mi vida!
Una cosa me resta por decir:
que al perfecto y al impío él los destruye.
Si un azote mata de repente,
él se ríe del sufrimiento de los inocentes.
La tierra es entregada en manos de los impíos,
y él cubre el rostro de sus jueces.
Y si no es él, ¿quién es?, ¿dónde está?
Mis días han sido más ligeros que un correo;
huyeron sin haber visto el bien.
Pasaron cual naves veloces,
como el águila que se arroja sobre la presa.
Si digo: “Olvidaré mi queja,
cambiaré mi triste semblante y me esforzaré”,
entonces me turban todos mis dolores,
pues sé que no me tienes por inocente.
Y si soy culpable,
¿para qué trabajar en vano?
Aun cuando me lave con agua de nieve
y limpie mis manos con lejía,
aun así me hundirás en el hoyo,
y hasta mis propios vestidos me aborrecerán.
ȃl no es un hombre como yo, para que yo le replique
y comparezcamos juntos en un juicio.
No hay entre nosotros árbitro
que ponga su mano sobre ambos,
para que él aparte de mí su vara,
y su terror no me espante.
Con todo, yo le hablaré sin temor,
porque me consta que no soy así.
Respondió Bildad, el suhita, y dijo:
«El señorío y el temor están con él,
que hace la paz en las alturas.
¿No son incontables sus ejércitos?
¿Sobre quién no está su luz?
¿Cómo, pues, se justificará el hombre delante de Dios?
¿Cómo será puro el que nace de mujer?
Si ni aun la misma luna es resplandeciente
ni las estrellas son puras delante de sus ojos,
¿cuánto menos el hombre, ese gusano,
ese gusano que es el hijo de hombre?»
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