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Глава 16 
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Глава 23 
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 María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado, pues él había tomado una mujer cusita.
Decían: «¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros?» Y lo oyó Jehová.
Moisés era un hombre muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra.
Luego dijo Jehová a Moisés, a Aarón y a María: «Salid vosotros tres al Tabernáculo de reunión.»

Y salieron ellos tres.

Entonces Jehová descendió en la columna de la nube y se puso a la puerta del Tabernáculo. Llamó a Aarón y a María, y se acercaron ambos.
Y Jehová les dijo: «Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros un profeta de Jehová, me apareceré a él en visión, en sueños le hablaré.
No así con mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa.
Cara a cara hablaré con él, claramente y no con enigmas, y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?»
Entonces la ira de Jehová se encendió contra ellos; luego se fue.
Tan pronto la nube se apartó del Tabernáculo, María se llenó de lepra, y tenía la piel blanca como la nieve. Cuando Aarón miró a María y vio que estaba leprosa,
dijo a Moisés: «¡Ah! señor mío, no pongas ahora sobre nosotros este pecado, porque locamente hemos actuado y hemos pecado.
No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre tiene ya medio consumida su carne.»
Entonces Moisés clamó a Jehová diciendo: «Te ruego, Dios, que la sanes ahora.»
Respondió Jehová a Moisés: «Si su padre hubiera escupido en su rostro, ¿no se avergonzaría durante siete días? Sea expulsada, pues, fuera del campamento durante siete días, y después volverá a la congregación.»
Así María fue expulsada del campamento durante siete días, y el pueblo no siguió adelante hasta que se reunió María con ellos.
Después el pueblo partió de Hazerot, y acamparon en el desierto de Parán.
 Coré hijo de Izhar hijo de Coat hijo de Leví, con Datán y Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, descendientes de Rubén, tomaron gente
y se levantaron contra Moisés con doscientos cincuenta hombres de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, miembros del consejo, hombres de renombre.
Se juntaron contra Moisés y Aarón, y les dijeron:

—¡Basta ya de vosotros! Toda la congregación, todos ellos son santos y en medio de ellos está Jehová. ¿Por qué, pues, os encumbráis vosotros sobre la congregación de Jehová?

Cuando oyó esto Moisés, se postró sobre su rostro.
Luego habló a Coré y a todo su séquito, y les dijo:

—Mañana mostrará Jehová quién le pertenece y quién es santo, y hará que se acerque a él. Al que él escoja, lo acercará a sí.

Haced esto: tomad los incensarios de Coré y de todo su séquito,
poned fuego en ellos y echad en ellos incienso delante de Jehová mañana. Aquel a quien Jehová escoja, ése será el santo; esto os baste, hijos de Leví.
Dijo Moisés a Coré:

—Oíd ahora, hijos de Leví:

¿Os es poco que el Dios de Israel os haya apartado de la congregación de Israel, acercándoos a él para que ministréis en el servicio del tabernáculo de Jehová y estéis delante de la congregación para ministrarles?
Hizo que te acercaras, junto con todos tus hermanos, los hijos de Leví, ¿y ahora procuráis también el sacerdocio?
Por tanto, tú y todo tu séquito sois los que os juntáis contra Jehová; porque ¿quién es Aarón para que contra él murmuréis?
Luego Moisés mandó llamar a Datán y Abiram, hijos de Eliab. Pero ellos respondieron:

—No iremos allá.

¿Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, sino que también te quieres enseñorear de nosotros imperiosamente?
Tampoco nos has metido tú en tierra que fluya leche y miel, ni nos has dado heredades de tierras y viñas. ¿Sacarás los ojos de estos hombres? ¡No subiremos!
Entonces Moisés se enojó mucho, y dijo a Jehová:

—¡No aceptes su ofrenda! Ni aun un asno he tomado de ellos, ni a ninguno de ellos he hecho mal.

Después dijo Moisés a Coré:

—Tú y todo tu séquito, poneos mañana delante de Jehová; tú, ellos y Aarón.

Que cada uno tome su incensario, le ponga incienso y se acerque a la presencia de Jehová cada uno con su incensario: doscientos cincuenta incensarios en total. Tú también, y Aarón, cada uno con su incensario.
Tomó cada uno su incensario, pusieron en ellos el fuego, echaron en ellos incienso y se pusieron a la puerta del Tabernáculo de reunión junto con Moisés y Aarón.
Ya Coré había reunido contra ellos a toda la congregación a la puerta del Tabernáculo de reunión; entonces la gloria de Jehová se apareció a toda la congregación.
Jehová habló a Moisés y a Aarón, y les dijo:
—¡Apartaos de esta congregación, y los consumiré en un momento!
Ellos se postraron sobre sus rostros y dijeron:

—Dios, Dios de los espíritus de toda carne, ¿no es un solo hombre el que pecó? ¿Por qué airarte contra toda la congregación?

Jehová habló a Moisés y le dijo:
—Habla a la congregación y diles: Apartaos de los alrededores de la tienda de Coré, Datán y Abiram.
Moisés se levantó y fue adonde estaban Datán y Abiram, y los ancianos de Israel lo siguieron.
Y habló a la congregación, diciendo:

—Apartaos ahora de las tiendas de estos hombres impíos, y no toquéis ninguna cosa suya, para que no perezcáis por todos sus pecados.

Ellos se apartaron de los alrededores de las tiendas de Coré, de Datán y de Abiram; y Datán y Abiram salieron y se pusieron a la entrada de sus tiendas, con sus mujeres, sus hijos y sus pequeñuelos.
Moisés dijo:

—En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para que hiciera todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad.

Si como mueren todos los hombres mueren estos, o si al ser visitados ellos corren la suerte de todos los hombres, Jehová no me envió.
Pero si Jehová hace algo nuevo, si la tierra abre su boca y se los traga con todas sus cosas, y descienden vivos al seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová.
Aconteció que cuando terminó de decir todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos.
Abrió la tierra su boca y se los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré y a todos sus bienes.
Ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al seol; los cubrió la tierra y desaparecieron de en medio de la congregación.
Al oír sus gritos, todo Israel, los que estaban en derredor de ellos, huyeron, diciendo: «¡No sea que nos trague también la tierra!»
También salió fuego de la presencia de Jehová, que consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso.
Jehová habló a Moisés y le dijo:
«Di a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que tome los incensarios de en medio del incendio y derrame más allá el fuego, porque están santificados
los incensarios de estos que pecaron contra sus almas. Harán de ellos planchas batidas para cubrir el altar, por cuanto ofrecieron con ellos delante de Jehová y están santificados. Serán como una señal para los hijos de Israel.»
El sacerdote Eleazar tomó los incensarios de bronce con que los quemados habían ofrecido, y los convirtieron en láminas para cubrir el altar,
como recuerdo a los hijos de Israel de que ningún extraño que no sea de la descendencia de Aarón se acerque para ofrecer incienso delante de Jehová, no sea que le ocurra como a Coré y como a su séquito, según se lo dijo Jehová por medio de Moisés.
Al día siguiente, toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo:

«Vosotros habéis dado muerte al pueblo de Jehová.»

Aconteció que cuando se juntó la congregación contra Moisés y Aarón, miraron hacia el Tabernáculo de reunión y vieron que la nube lo había cubierto, y apareció la gloria de Jehová.
Entonces fueron Moisés y Aarón delante del Tabernáculo de reunión,
y Jehová dijo a Moisés:
«¡Apartaos de en medio de esta congregación, y los consumiré en un momento!»

Ellos se postraron sobre sus rostros.

Y Moisés dijo a Aarón:

«Toma el incensario, pon en él fuego del altar y échale incienso; vete enseguida adonde está la congregación, y haz expiación por ellos, porque el furor ha salido de la presencia de Jehová y la mortandad ha comenzado.»

Aarón tomó el incensario, como Moisés dijo, y corrió en medio de la congregación; la mortandad había comenzado ya en el pueblo. Puso el incienso e hizo expiación por el pueblo.
Luego se puso entre los muertos y los vivos, y cesó la mortandad.
Los que murieron en aquella mortandad fueron catorce mil setecientos, sin contar los muertos por la rebelión de Coré.
Después, cuando la mortandad había cesado, volvió Aarón con Moisés a la puerta del Tabernáculo de reunión.
 Balaam dijo a Balac:

—Edifícame aquí siete altares, y prepárame aquí siete becerros y siete carneros.

Balac hizo como le dijo Balaam, y ofrecieron Balac y Balaam un becerro y un carnero en cada altar.
Luego Balaam dijo a Balac:

—Ponte junto a tu holocausto, y yo iré; quizá Jehová salga a mi encuentro, y cualquier cosa que me muestre, te la haré saber.

Y se fue a un monte descubierto.

Entonces vino Dios al encuentro de Balaam, y éste le dijo:

—Siete altares he ordenado, y en cada altar he ofrecido un becerro y un carnero.

Jehová puso una palabra en la boca de Balaam y le dijo:

—Vuelve donde está Balac y comunícale lo que yo te he dicho.

Volvió a él y lo halló junto a su holocausto, acompañado de todos los príncipes de Moab.
Entonces Balaam pronunció esta profecía:

«De Aram me trajo Balac,
rey de Moab, desde los montes del oriente.
“¡Ven, maldíceme a Jacob;
ven, execra a Israel!”

¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo?
¿Por qué he de execrar al que Jehová no ha execrado?
Porque desde la cumbre de las peñas puedo verlo,
desde los collados puedo mirarlo;
es un pueblo que habita confiado
y no se cuenta entre las naciones.
¿Quién contará el polvo de Jacob
o el número de la cuarta parte de Israel?
Que muera yo la muerte de los rectos
y mi fin sea como el suyo.»
Entonces Balac dijo a Balaam:

—¿Qué me has hecho? Te he traído para que maldigas a mis enemigos, y tú has proferido bendiciones.

Él respondió y dijo:

—¿No debo cuidarme de decir lo que Jehová ponga en mi boca?

Entonces dijo Balac:

—Te ruego que vengas conmigo a otro lugar desde el cual los veas, si no a todos, por lo menos a una parte de ellos, y desde allí me los maldecirás.

Y lo llevó al campo de Zofim, a la cumbre de Pisga. Allí edificó siete altares, y ofreció un becerro y un carnero en cada altar.
Entonces Balaam dijo a Balac:

«Ponte aquí, junto a tu holocausto, y yo iré a encontrar a Dios allí.»

Jehová salió al encuentro de Balaam, puso una palabra en su boca, y le dijo:

«Vuelve donde está Balac, y dile así.»

Volvió a él y lo halló junto a su holocausto, acompañado de los príncipes de Moab. Balac le preguntó:

«¿Qué ha dicho Jehová?»

Entonces Balaam pronunció esta profecía:

«Balac, levántate y oye;
escucha mis palabras, hijo de Zipor:

Dios no es hombre, para que mienta,
ni hijo de hombre para que se arrepienta.
¿Acaso dice y no hace?
¿Acaso promete y no cumple?
He recibido orden de bendecir;
él dio una bendición, y no podré revocarla.
No ha notado iniquidad en Jacob
ni ha visto perversidad en Israel.
Jehová, su Dios, está con él,
y ellos lo aclaman como rey.
Dios, que los ha sacado de Egipto,
tiene fuerzas como de búfalo.
Porque contra Jacob no vale agüero,
ni adivinación contra Israel.
Como ahora, será dicho de Jacob y de Israel:
¡Lo que ha hecho Dios!
Este pueblo, como león se levanta,
como león se yergue.
No se echará hasta que devore la presa
y beba la sangre de los muertos.»
Entonces Balac dijo a Balaam:

—Ya que no lo maldices, tampoco lo bendigas.

Balaam respondió y dijo a Balac:

—¿No te he dicho que todo lo que Jehová me diga, eso tengo que hacer?

Luego dijo Balac a Balaam:

—Te ruego que vengas, te llevaré a otro lugar. Quizás le parezca bien a Dios que desde allí me lo maldigas.

Y Balac llevó a Balaam a la cumbre de Peor, que mira hacia el desierto.
Entonces Balaam dijo a Balac:

—Edifícame aquí siete altares, y prepárame aquí siete becerros y siete carneros.

Balac hizo como Balaam le dijo, y ofreció un becerro y un carnero en cada altar.
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