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Esdras, Главы 3-10

Толкования
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Глава 6 
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Глава 7 
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Глава 8 
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Глава 10 
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 Cuando llegó el séptimo mes, y ya establecidos los hijos de Israel en las ciudades, se congregó el pueblo como un solo hombre en Jerusalén.
Entonces se levantaron Jesúa hijo de Josadac, con sus hermanos los sacerdotes, y Zorobabel hijo de Salatiel, con sus hermanos, y edificaron el altar del Dios de Israel, para ofrecer sobre él holocaustos, como está escrito en la ley de Moisés, varón de Dios.
Colocaron el altar firme sobre su base, porque tenían miedo de la gente de la región, y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, los holocaustos de la mañana y de la tarde.
Celebraron asimismo la fiesta solemne de los Tabernáculos, como está escrito, y los holocaustos cotidianos, según el rito de cada día;
además de esto, el holocausto continuo, las nuevas lunas, todas las fiestas solemnes de Jehová, todo sacrificio espontáneo y toda ofrenda voluntaria a Jehová.
Desde el primer día del séptimo mes comenzaron a ofrecer holocaustos a Jehová, aunque los cimientos del templo de Jehová no se habían echado todavía.
Luego dieron dinero a los albañiles y carpinteros; asimismo comida, bebida y aceite a los sidonios y tirios para que trajeran por mar madera de cedro desde el Líbano hasta Jope, conforme a la autorización de Ciro, rey de Persia, acerca de esto.
En el segundo año de su venida a la casa de Dios en Jerusalén, en el segundo mes, comenzaron la obra Zorobabel hijo de Salatiel, Jesúa hijo de Josadac, con el resto de sus hermanos, los sacerdotes y los levitas, y todos los que habían regresado a Jerusalén de la cautividad; y pusieron a los levitas mayores de veinte años a dirigir la obra de la casa de Jehová.
También Jesúa, sus hijos y sus hermanos, Cadmiel y sus hijos, hijos de Judá, como un solo hombre, se pusieron a dirigir a los que hacían la obra en la casa de Dios, junto con los hijos de Henadad, sus hijos y sus hermanos levitas.
Cuando los albañiles del templo de Jehová echaron los cimientos, se pusieron en pie los sacerdotes, vestidos de sus ropas y con trompetas, y los levitas hijos de Asaf con címbalos, para alabar a Jehová, según la ordenanza de David, rey de Israel.
Cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y decían: «Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel.» Todo el pueblo aclamaba con gran júbilo y alababa a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová.
Muchos de los sacerdotes, levitas y jefes de familia, ancianos que habían visto la primera casa, al ver como echaban los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras otros muchos daban grandes gritos de alegría.
No se podía distinguir el clamor de los gritos de alegría de las voces del llanto, porque clamaba el pueblo con gran júbilo y el ruido se oía hasta de lejos.
Entonces el rey Darío dio la orden de buscar en la casa de los archivos, donde guardaban los tesoros allí en Babilonia.
Y fue hallado en Acmeta, en el palacio que está en la provincia de Media, un libro en el cual estaba escrito así:

«Memoria:

»En el año primero del rey Ciro, el mismo rey Ciro dio orden acerca de la casa de Dios, la cual estaba en Jerusalén, para que la Casa fuera reedificada como lugar para ofrecer sacrificios, y que fueran puestos sus cimientos; su altura, de sesenta codos, y de sesenta codos su anchura;
con tres hileras de piedras grandes y una de madera nueva. El gasto será pagado por el tesoro del rey.
Además, los utensilios de oro y de plata de la casa de Dios, que Nabucodonosor sacó del templo que estaba en Jerusalén y se llevó a Babilonia, serán devueltos, para que vayan a su lugar, al templo que está en Jerusalén, y sean puestos en la casa de Dios.»
«Ahora, pues, Tatnai, gobernador del otro lado del río, Setar-boznai y vuestros compañeros, los gobernadores que estáis al otro lado del río, alejaos de allí.
Dejad que se haga la obra de esa casa de Dios; que el gobernador de los judíos y sus ancianos reedifiquen esa casa de Dios en su lugar.
Éstas son mis órdenes sobre lo que habéis de hacer con esos ancianos de los judíos, para reedificar esa casa de Dios: que de la hacienda del rey, proveniente del tributo del otro lado del río, sean pagados puntualmente a esos hombres los gastos, para que no cese la obra.
Lo que sea necesario, becerros, carneros y corderos para holocaustos al Dios del cielo, trigo, sal, vino y aceite, conforme a lo que digan los sacerdotes que están en Jerusalén, les sea dado día por día sin obstáculo alguno,
a fin de que ofrezcan sacrificios agradables al Dios del cielo, y oren por la vida del rey y por sus hijos.
»También he dado orden de que a cualquiera que altere este decreto se le arranque una viga de su casa, y sea colgado en ella. Luego su casa sea convertida en un montón de escombros.
Que el Dios que hizo habitar allí su nombre destruya a todo rey y pueblo que intente cambiar o destruir esa casa de Dios, la cual está en Jerusalén. Yo, Darío, he dado este decreto; sea cumplido puntualmente.»
Entonces Tatnai, gobernador del otro lado del río, Setar-boznai y sus compañeros, hicieron puntualmente según el rey Darío había ordenado.
Así, los ancianos de los judíos edificaban y prosperaban, conforme a la profecía del profeta Hageo y de Zacarías hijo de Iddo. Edificaron, pues, y terminaron la obra, por orden del Dios de Israel, y por mandato de Ciro, de Darío y de Artajerjes, rey de Persia.
Esta casa fue terminada el tercer día del mes de Adar, que era el sexto año del reinado del rey Darío.
Los hijos de Israel, los sacerdotes, los levitas y los demás que habían regresado de la cautividad, hicieron la dedicación de esta casa de Dios con gozo.
Ofrecieron para la dedicación de esta casa de Dios cien becerros, doscientos carneros y cuatrocientos corderos; y como expiación por todo Israel, doce machos cabríos, conforme al número de las tribus de Israel.
Luego organizaron a los sacerdotes en sus turnos y a los levitas en sus clases, para el servicio de Dios en Jerusalén, conforme a lo escrito en el libro de Moisés.
Los que regresaron de la cautividad celebraron la Pascua a los catorce días del primer mes.
Sacerdotes y levitas se habían purificado como un solo hombre y todos estaban limpios. Así que sacrificaron la Pascua por todos los hijos de la cautividad, por sus hermanos los sacerdotes y por sí mismos.
Comieron los hijos de Israel que habían regresado del cautiverio con todos aquellos que se habían apartado de las inmundicias de las gentes de la tierra para buscar a Jehová, Dios de Israel.
Durante siete días celebraron con regocijo la fiesta solemne de los Panes sin levadura, por cuanto Jehová los había alegrado, y había dispuesto el corazón del rey de Asiria favorablemente hacia ellos, a fin de fortalecer sus manos en la obra de la casa de Dios, del Dios de Israel.
 Pasadas estas cosas, en el reinado de Artajerjes, rey de Persia, Esdras hijo de Seraía hijo de Azarías, hijo de Hilcías,
hijo de Salum, hijo de Sadoc, hijo de Ahitob,
hijo de Amarías, hijo de Azarías, hijo de Meraiot,
hijo de Zeraías, hijo de Uzi, hijo de Buqui,
hijo de Abisúa, hijo de Finees, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, primer sacerdote,
subió de Babilonia. Esdras era un escriba diligente en la ley de Moisés, que Jehová, Dios de Israel había dado; y le concedió el rey todo lo que pidió, porque la mano de Jehová, su Dios, estaba sobre Esdras.
En el séptimo año del rey Artajerjes, subieron también con él a Jerusalén algunos de los hijos de Israel, sacerdotes, levitas, cantores, porteros y sirvientes del Templo,
Éste llegó a Jerusalén en el quinto mes del séptimo año del rey.
El primer día del primer mes había dispuesto su partida de Babilonia, y el primero del mes quinto llegaba a Jerusalén. ¡La buena mano de Dios estaba con él!
Porque Esdras había preparado su corazón para estudiar la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos.
Ésta es la copia de la carta que dio el rey Artajerjes al sacerdote Esdras, escriba versado en los mandamientos de Jehová y en sus estatutos dados a Israel:
«Artajerjes, rey de reyes, a Esdras, sacerdote y escriba erudito en la ley del Dios del cielo: Paz.
»He dado la siguiente orden: Todo aquel que en mi reino pertenezca al pueblo de Israel, a sus sacerdotes y levitas, que quiera ir contigo a Jerusalén, que vaya.
Porque de parte del rey y de sus siete consejeros eres enviado a visitar a Judea y a Jerusalén, conforme a la ley de tu Dios que está en tus manos;
y a llevar la plata y el oro que el rey y sus consejeros voluntariamente ofrecen al Dios de Israel, cuya morada está en Jerusalén,
así como toda la plata y el oro que logres reunir en toda la provincia de Babilonia, con las ofrendas voluntarias que el pueblo y los sacerdotes entreguen voluntariamente para la casa de su Dios, la cual está en Jerusalén.
Comprarás, pues, diligentemente con este dinero becerros, carneros y corderos, con sus ofrendas y sus libaciones, y los ofrecerás sobre el altar de la casa de vuestro Dios, la cual está en Jerusalén.
Y lo que a ti y a tus hermanos os parezca hacer con la otra plata y el oro, hacedlo conforme a la voluntad de vuestro Dios.
Los utensilios que te son entregados para el servicio de la casa de tu Dios, los restituirás delante de Dios en Jerusalén.
»Todo lo que se requiere para la casa de tu Dios, que te sea necesario dar, lo darás de la casa de los tesoros del rey.
Yo mismo, el rey Artajerjes, doy esta orden a todos los tesoreros que están al otro lado del río, que todo lo que os pida el sacerdote Esdras, escriba de la ley del Dios del cielo, se le conceda puntualmente,
hasta cien talentos de plata, cien coros de trigo, cien batos de vino, cien batos de aceite, y sal sin medida.
»Todo lo que es mandado por el Dios del cielo, sea hecho puntualmente para la casa del Dios del cielo; pues, ¿por qué habría de caer su ira contra el reino del rey y de sus hijos?
A vosotros os hacemos saber que a los sacerdotes y levitas, cantores, porteros, sirvientes del Templo y ministros de la casa de Dios, ninguno podrá imponerles tributo, contribución ni renta.
»Y tú, Esdras, conforme a la sabiduría que tienes de tu Dios, pon jueces y gobernadores que gobiernen a todo el pueblo que está al otro lado del río, a todos los que conocen las leyes de tu Dios; y al que no las conoce, enséñaselas.
Y todo aquel que no cumpla la ley de tu Dios, y la ley del rey, será castigado rigurosamente, ya sea a muerte, a destierro, a pena de multa, o prisión.»
Bendito Jehová, Dios de nuestros padres, que puso tal cosa en el corazón del rey, para honrar la casa de Jehová que está en Jerusalén,
y me favoreció con su misericordia delante del rey, de sus consejeros y de todos los poderosos príncipes del rey. Así yo, fortalecido por la protección de mi Dios, reuní a los principales de Israel para que subieran a Jerusalén conmigo.
 Éstos son los cabezas de familia, y la genealogía de aquellos que subieron conmigo a Jerusalén desde Babilonia, cuando reinaba el rey Artajerjes:
De los hijos de Finees, Gersón; de los hijos de Itamar, Daniel; de los hijos de David, Hatús.
De los hijos de Secanías y de los hijos de Paros, Zacarías, y con él fueron registrados ciento cincuenta hombres.
De los hijos de Pahat-moab, Elioenai hijo de Zeraías, y con él doscientos hombres.
De los hijos de Secanías, el hijo de Jahaziel, y con él trescientos hombres.
De los hijos de Adín, Ebed hijo de Jonatán, y con él cincuenta hombres.
De los hijos de Elam, Jesaías hijo de Atalías, y con él setenta hombres.
De los hijos de Sefatías, Zebadías hijo de Micael, y con él ochenta hombres.
De los hijos de Joab, Obadías hijo de Jehiel, y con él doscientos dieciocho hombres.
De los hijos de Selomit, el hijo de Josifías, y con él ciento sesenta hombres.
De los hijos de Bebai, Zacarías hijo de Bebai, y con él veintiocho hombres.
De los hijos de Azgad, Johanán hijo de Hacatán, y con él ciento diez hombres.
De los hijos de Adonicam, los postreros, cuyos nombres son estos: Elifelet, Jeiel y Semaías, y con ellos sesenta hombres.
Y de los hijos de Bigvai, Utai y Zabud, y con ellos setenta hombres.
Los reuní junto al río que corre hacia Ahava, y acampamos allí tres días. Observé que había gente del pueblo y sacerdotes, pero no hallé ningún levita.
Entonces despaché a Eliezer, Ariel, Semaías, Elnatán, Jarib, Elnatán, Natán, Zacarías y Mesulam, hombres principales, así como a Joiarib y a Elnatán, hombres doctos.
Los envié a Iddo, jefe en un lugar llamado Casifia, y puse en boca de ellos las palabras que debían decirles a Iddo y a sus hermanos, los sirvientes del Templo en el lugar llamado Casifia, para que nos enviaran ministros para la casa de nuestro Dios.
Gracias a que la mano bondadosa de nuestro Dios estaba sobre nosotros, nos enviaron un hombre entendido llamado Serebías, de los hijos de Mahli hijo de Leví hijo de Israel, junto con sus hijos y sus hermanos: dieciocho hombres en total.
También a Hasabías, y con él a Jesaías, de los hijos de Merari, a sus hermanos y a sus hijos, veinte hombres en total.
De los sirvientes del Templo, a quienes David y los jefes destinaron para el ministerio de los levitas, doscientos veinte hombres, todos los cuales fueron designados por sus nombres.
Allí, junto al río Ahava, proclamé un ayuno para humillarnos delante de nuestro Dios y solicitar de él un buen viaje para nosotros, para nuestros niños y para todos nuestros bienes.
Pues tuve vergüenza de pedir al rey tropa y gente de a caballo que nos defendieran del enemigo en el camino, ya que le habíamos dicho al rey: «La mano de nuestro Dios está, para bien, sobre todos los que lo buscan; pero su poder y su furor contra todos los que lo abandonan.»
Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios sobre esto, y él nos fue propicio.
Aparté luego a doce de los principales entre los sacerdotes, a Serebías y a Hasabías, y con ellos diez de sus hermanos;
y les pesé la plata, el oro y los utensilios que para la casa de nuestro Dios habían ofrecido el rey, sus consejeros y sus jefes, y todos los israelitas que se encontraban allí.
Pesé, pues, y puse en sus manos seiscientos cincuenta talentos de plata, utensilios de plata por cien talentos, y cien talentos de oro;
además, veinte tazones de oro de mil dracmas y dos vasos de bronce bruñido muy bueno, tan preciosos como el oro.
Luego les dije: «Vosotros estáis consagrados a Jehová, y son santos los utensilios, la plata y el oro, ofrenda voluntaria a Jehová, Dios de nuestros padres.
Vigiladlos y guardadlos, hasta que los peséis delante de los principales sacerdotes y levitas, y de los cabezas de familia de Israel, en los aposentos de la casa de Jehová en Jerusalén.»
Entonces los sacerdotes y levitas recibieron el peso de la plata, del oro y de los utensilios, para traerlo a Jerusalén a la casa de nuestro Dios.
El doce del primer mes partimos del río Ahava para ir a Jerusalén; la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros y nos libró de manos de enemigos y asaltantes en el camino.
Llegamos a Jerusalén y reposamos allí tres días.
Al cuarto día fue pesada la plata, el oro y los utensilios, en la casa de nuestro Dios, y se entregó todo al sacerdote Meremot hijo de Urías, y a Eleazar hijo de Finees; con ellos estaban los levitas Jozabad hijo de Jesúa y Noadías hijo de Binúi.
Todo se entregó contado y pesado, y se anotó entonces el peso total.
Los hijos de la cautividad, los que habían regresado del cautiverio, ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: doce becerros por todo Israel, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos, y doce machos cabríos por expiación, todo en holocausto a Jehová.
Y se entregaron los decretos del rey a sus sátrapas y capitanes del otro lado del río, los cuales ayudaron al pueblo y a la casa de Dios.
 Mientras oraba Esdras y hacía confesión, llorando y postrándose delante de la casa de Dios, se reunió en torno a él una muy grande multitud de Israel, hombres, mujeres y niños; y el pueblo lloraba amargamente.
Entonces Secanías hijo de Jehiel, de los hijos de Elam, tomó la palabra y dijo a Esdras: «Nosotros hemos pecado contra nuestro Dios, pues tomamos mujeres extranjeras de los pueblos de la tierra; pero a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel.
Ahora, pues, hagamos pacto con nuestro Dios de despedir a todas las mujeres y los nacidos de ellas, según el consejo de mi señor y de los que temen el mandamiento de nuestro Dios. ¡Que se haga conforme a la Ley!
Levántate, porque ésta es tu obligación, y nosotros estaremos contigo. ¡Anímate y pon manos a la obra!»
Entonces se levantó Esdras e hizo jurar a los principales sacerdotes y de los levitas, y a todo Israel, que harían conforme a esto; y ellos lo juraron.
Se retiró luego Esdras de delante de la casa de Dios y se fue a la habitación de Johanán hijo de Eliasib; pero no comió pan ni bebió agua, porque se entristeció a causa del pecado de los que habían regresado del cautiverio.
Después hicieron pregonar en Judá y en Jerusalén que todos los hijos del cautiverio se reunieran en Jerusalén;
y que el que no se presentara en el plazo de tres días, conforme al acuerdo de los jefes y de los ancianos, perdiera toda su hacienda y fuera excluido de la congregación de los que habían regresado del cautiverio.
Así todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron en Jerusalén dentro de los tres días, a los veinte días del mes, que era el noveno mes; y se sentó todo el pueblo en la plaza de la casa de Dios, temblando con motivo de aquel asunto, y a causa de la lluvia.
Entonces se levantó el sacerdote Esdras y les dijo:

—Vosotros habéis pecado, por cuanto tomasteis mujeres extranjeras, aumentando así el pecado de Israel.

Ahora, pues, dad gloria a Jehová, Dios de vuestros padres, haced su voluntad y apartaos de los pueblos de las tierras y de las mujeres extranjeras.
Toda la asamblea respondió en alta voz:

—Hágase conforme a lo que has dicho.

Pero el pueblo es muy numeroso y estamos en tiempo de lluvias; además no podemos permanecer en la calle, ni es cuestión de un día ni de dos, pues somos muchos los que hemos pecado en esto.
Que sean nuestros jefes los que se queden en lugar de toda la congregación, y vengan en fechas determinadas todos aquellos que en nuestras ciudades hayan tomado mujeres extranjeras, acompañados de los ancianos y los jueces de cada ciudad, hasta que apartemos de nosotros el ardor de la ira de nuestro Dios a causa de esto.
Solamente Jonatán hijo de Asael, y Jahazías hijo de Ticva se opusieron a esto, y los levitas Mesulam y Sabetai los apoyaron.
Los que habían regresado del cautiverio actuaron de acuerdo con lo convenido. Y fueron apartados el sacerdote Esdras y algunos jefes de familia, según sus casas paternas. El primer día del décimo mes todos ellos, personalmente, se sentaron para examinar el asunto.
Y el primer día del primer mes terminaron el juicio de todos aquellos que habían tomado mujeres extranjeras.
Entre los hijos de los sacerdotes que habían tomado mujeres extranjeras, fueron hallados estos:

De los hijos de Jesúa hijo de Josadac, y de sus hermanos: Maasías, Eliezer, Jarib y Gedalías.

Estos levantaron su mano prometiendo que despedirían a sus mujeres, y presentaron como ofrenda de reparación por su pecado un carnero de los rebaños.
Entre los hijos de Imer: Hanani y Zebadías.
Entre los hijos de Harim: Maasías, Elías, Semaías, Jehiel y Uzías.
Entre los hijos de Pasur: Elioenai, Maasías, Ismael, Natanael, Jozabad y Elasa.
Entre los hijos de los levitas: Jozabad, Simei, Kelaía (este es kelita), Petaías, Judá y Eliezer.
Entre los cantores: Eliasib; y de los porteros: Salum, Telem y Uri.
Entre los hijos de Israel:

De los hijos de Paros: Ramía, Jezías, Malquías, Mijamín, Eleazar, Malquías y Benaía.

De los hijos de Elam: Matanías, Zacarías, Jehiel, Abdi, Jeremot y Elías.
De los hijos de Zatu: Elioenai, Eliasib, Matanías, Jeremot, Zabad y Aziza.
De los hijos de Bebai: Johanán, Hananías, Zabai y Atlai.
De los hijos de Bani: Mesulam, Maluc, Adaía, Jasub, Seal y Ramot.
De los hijos de Pahat-moab: Adna, Quelal, Benaía, Maasías, Matanías, Bezaleel, Binúi y Manasés.
De los hijos de Harim: Eliezer, Isías, Malquías, Semaías, Simeón,
Benjamín, Maluc y Semarías.
De los hijos de Hasum: Matenai, Matata, Zabad, Elifelet, Jeremai, Manasés y Simei.
De los hijos de Bani: Madai, Amram, Uel,
Benaía, Bedías, Quelúhi,
Vanías, Meremot, Eliasib,
Matanías, Matenai, Jaasai,
Bani, Binúi, Simei,
Selemías, Natán, Adaía,
Macnadebai, Sasai, Sarai,
Azareel, Selemías, Semarías,
Salum, Amarías y José.
Y de los hijos de Nebo: Jeiel, Matatías, Zabad, Zebina, Jadau, Joel y Benaía.
Todos estos habían tomado mujeres extranjeras; y algunas de sus mujeres habían dado a luz hijos.

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