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Samuel 2, Главы 15-17

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    Aconteció después de esto, que Absalón se hizo de carros, caballos y cincuenta hombres que corrieran delante de él.
    Se levantaba Absalón de mañana y se ponía a un lado del camino junto a la puerta, y a cualquiera que tenía pleito y venía ante el rey a juicio, Absalón lo llamaba y le decía: «¿De qué ciudad eres?» Él respondía: «Tu siervo es de una de las tribus de Israel.»
    Entonces Absalón le decía: «Mira, tus palabras son buenas y justas; pero no tienes quien te oiga de parte del rey.»
    Y añadía Absalón: «¡Quién me pusiera por juez en el país, para que vinieran ante mí todos los que tienen pleito o negocio, y yo les haría justicia!»
    Cuando alguno se acercaba para postrarse ante él, le tendía la mano, lo abrazaba y lo besaba.
    De esta manera hacía con todos los israelitas que venían ante el rey a juicio; y así les robaba Absalón el corazón a los de Israel.
    Al cabo de cuatro años, Absalón dijo al rey:

    —Te ruego que me permitas ir a Hebrón a pagar el voto que he prometido a Jehová.

    Porque cuando estaba en Gesur de Siria tu siervo hizo este voto: “Si Jehová me hace volver a Jerusalén, yo serviré a Jehová”.
    —Ve en paz —le dijo el rey.

    Se levantó y fue a Hebrón.

    Entonces envió Absalón mensajeros por todas las tribus de Israel diciendo: «Cuando oigáis el sonido de la trompeta diréis: “¡Absalón reina en Hebrón!”»
    Con Absalón fueron doscientos hombres de Jerusalén convidados por él, los cuales iban inocentemente, sin saber nada.
    Mientras Absalón ofrecía los sacrificios, mandó a buscar en la ciudad de Gilo a Ahitofel, el gilonita, consejero de David. Así la conspiración se fortalecía y aumentaba el pueblo que seguía a Absalón.
    Llegó un mensajero adonde estaba David, diciendo: «El corazón de todo Israel se va tras Absalón.»
    Entonces David dijo a todos sus siervos que estaban con él en Jerusalén:

    —Levantaos y huyamos, porque no podremos escapar ante Absalón; daos prisa a partir, no sea que apresurándose él nos alcance, nos cause una desgracia y hiera la ciudad a filo de espada.

    Los siervos del rey le respondieron:

    —Tus siervos están listos para todo lo que nuestro señor y rey decida.

    El rey salió entonces, seguido de toda su familia. Y dejó el rey a diez concubinas para que guardaran la casa.
    Salió, pues, el rey con todo el pueblo que le seguía, y se detuvieron en un lugar distante.
    Todos sus siervos estaban a su lado. Todos los cereteos y peleteos, todos los geteos y seiscientos hombres que le habían seguido a pie desde Gat, iban delante del rey.
    Y dijo el rey a Itai, el geteo:

    —¿Para qué vienes tú también con nosotros? Vuelve y quédate con el rey, pues eres extranjero y estás desterrado también de tu lugar.

    Ayer viniste, ¿y voy a obligarte hoy a que andes con nosotros? En cuanto a mí, yo iré a donde pueda ir; tú vuélvete y haz volver a tus hermanos. ¡Que Jehová te muestre amor permanente y fidelidad!
    Itai respondió al rey diciendo:

    —¡Vive Dios, y vive mi señor, el rey, que para muerte o para vida, donde esté mi señor, el rey, allí estará también tu siervo!

    Entonces David dijo a Itai:

    —Ven, pues, y pasa.

    Itai, el geteo, pasó con todos sus hombres y toda su familia.

    Todo el mundo lloraba a gritos. Pasó toda la gente el torrente Cedrón; luego pasó el rey, y todo el pueblo pasó por el camino que va al desierto.
    Iban también con él Sadoc y todos los levitas que llevaban el Arca del pacto de Dios; y asentaron el Arca del pacto de Dios. Y subió Abiatar después que todo el pueblo hubo acabado de salir de la ciudad.
    Pero dijo el rey a Sadoc:

    —Haz volver el Arca de Dios a la ciudad. Si hallo gracia ante los ojos de Jehová, él hará que vuelva y vea el Arca y su Tabernáculo.

    Y si dice: “No me complazco en ti”, aquí estoy, que haga de mí lo que bien le parezca.
    Dijo además el rey al sacerdote Sadoc:

    —¿No eres tú el vidente? Vuelve en paz a la ciudad y vuelvan con vosotros vuestros dos hijos: Ahimaas, tu hijo, y Jonatán hijo de Abiatar.

    Mirad, yo me detendré en los llanos del desierto, hasta que llegue una respuesta de vosotros que me traiga noticias.
    Entonces Sadoc y Abiatar devolvieron el Arca de Dios a Jerusalén y se quedaron allá.
    David subió la cuesta de los Olivos, e iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que traía consigo cubrió también cada uno su cabeza, e iban llorando mientras subían.
    Dieron aviso entonces a David diciendo: «Ahitofel está entre los que conspiraron con Absalón.» Y David exclamó: «¡Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel!»
    Cuando David llegó a la cumbre del monte para adorar allí a Dios, Husai, el arquita, le salió al encuentro, con sus vestidos rasgados y la cabeza cubierta de tierra.
    David le dijo:

    —Si vienes conmigo, me serás una carga.

    Pero si vuelves a la ciudad y dices a Absalón: “Rey, yo seré tu siervo; como hasta aquí he sido siervo de tu padre, así seré ahora siervo tuyo”, entonces podrás desbaratar los planes de Ahitofel.
    ¿No estarán allí contigo los sacerdotes Sadoc y Abiatar? Por tanto, todo lo que oigas en la casa del rey, se lo comunicarás a los sacerdotes Sadoc y Abiatar.
    Con ellos están sus dos hijos, Ahimaas, el de Sadoc, y Jonatán, el de Abiatar; por medio de ellos me comunicaréis todo los que oigáis.
    Así fue Husai, amigo de David, a la ciudad; y Absalón entró en Jerusalén.
    Entonces Ahitofel dijo a Absalón:

    —Yo escogeré ahora doce mil hombres, me levantaré y seguiré a David esta noche.

    Caeré sobre él mientras está cansado y sin fuerzas; lo atemorizaré y todo el pueblo que está con él huirá. Mataré solamente al rey,
    y así haré que todo el pueblo se vuelva hacia ti (pues tú buscas solamente la vida de un hombre); y cuando ellos hayan vuelto, todo el pueblo estará en paz.
    Este consejo pareció bien a Absalón y a todos los ancianos de Israel.
    Y dijo Absalón:

    —Llamad también ahora a Husai, el arquita, para que también oigamos lo que él haya de decir.

    Cuando Husai se presentó ante Absalón, éste le dijo:

    —Así ha dicho Ahitofel: ¿seguiremos su consejo, o no? Di tú.

    Husai dijo a Absalón:

    —Esta vez, el consejo que ha dado Ahitofel no es bueno.

    Y añadió Husai:

    —Tú sabes que tu padre y los suyos son hombres valientes, y que están con amargura de ánimo, como la osa en el campo cuando le han quitado sus cachorros. Además, tu padre es hombre de guerra y no pasará la noche con el pueblo.

    Seguro que ahora está escondido en alguna cueva o en otro lugar. Si al principio caen algunos de los tuyos, quienquiera que lo oiga dirá: “El pueblo que sigue a Absalón ha sido derrotado.”
    Y aun el hombre valiente, cuyo corazón sea como corazón de león, desmayará por completo; porque todo Israel sabe que tu padre es hombre valiente, y que son esforzados los que están con él.
    Aconsejo, pues, que todo Israel se reúna junto a ti, desde Dan hasta Beerseba, numeroso como la arena que está a la orilla del mar, y que tú en persona vayas a la batalla.
    Entonces lo atacaremos en cualquier lugar donde se halle; caeremos sobre él como cae el rocío sobre la tierra, y ni a él ni a ninguno de los que están con él dejaremos con vida.
    Y si se refugia en alguna ciudad, todos los de Israel llevarán sogas a aquella ciudad, y la arrastraremos hasta el arroyo, de modo que no se encuentre allí ni una piedra.
    Entonces Absalón y todos los de Israel dijeron: «El consejo de Husai, el arquita, es mejor que el consejo de Ahitofel.» Ello porque Jehová había ordenado que el acertado consejo de Ahitofel se frustrara, para traer Jehová la ruina sobre Absalón.
    Dijo luego Husai a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: «Ahitofel ha aconsejado así y así a Absalón y a los ancianos de Israel; y esto otro aconsejé yo.
    Por tanto, mandad a dar aviso inmediatamente a David: “No te quedes esta noche en los llanos del desierto, sino pasa enseguida el Jordán, para que no sea exterminado el rey y todo el pueblo que con él está.”»
    Jonatán y Ahimaas estaban junto a la fuente Rogel, y una criada fue y les avisó, porque no podían dejarse ver entrando en la ciudad. Luego ellos fueron y se lo comunicaron al rey David.
    Pero los vio un joven, que se lo hizo saber a Absalón; sin embargo, los dos partieron a toda prisa, y llegaron a casa de un hombre en Bahurim que tenía en su patio un pozo, dentro del cual se metieron.
    La mujer de la casa tomó una manta, la extendió sobre la boca del pozo y tendió sobre ella el grano trillado, de manera que nada se notaba.
    Al llegar los criados de Absalón a la casa de la mujer, le dijeron:

    —¿Dónde están Ahimaas y Jonatán?

    —Ya han pasado el vado de las aguas —respondió la mujer.

    Como ellos los buscaron y no los hallaron, volvieron a Jerusalén.

    Después que se marcharon, aquellos salieron del pozo y fueron a dar aviso al rey David diciéndole: «Levantaos y daos prisa a pasar las aguas, porque Ahitofel ha dado este consejo contra vosotros.»
    Entonces se levantó David, y todo el pueblo que con él estaba, y pasaron el Jordán antes que amaneciera; ni uno solo dejó de pasar el Jordán.
    Pero Ahitofel, viendo que no se había seguido su consejo, ensilló su asno, se levantó y se fue a su casa en su ciudad; y después de poner la casa en orden, se ahorcó. Así murió, y fue sepultado en el sepulcro de su padre.
    David llegó a Mahanaim, mientras Absalón pasaba el Jordán con toda la gente de Israel.
    Absalón había nombrado a Amasa jefe del ejército en lugar de Joab. Amasa era hijo de un varón de Israel llamado Itra, el cual se había unido a Abigail, hija de Nahas, hermana de Sarvia, madre de Joab.
    Israel y Absalón acamparon en tierra de Galaad.
    Luego que David llegó a Mahanaim, Sobi hijo de Nahas, de Rabá de los hijos de Amón, Maquir hijo de Amiel, de Lo-debar, y Barzilai, galaadita de Rogelim,
    trajeron a David y al pueblo que estaba con él camas, tazas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, garbanzos tostados,
    miel, manteca, ovejas y quesos de vaca, para que comieran; porque decían: «El pueblo está hambriento, cansado y sediento en el desierto.»
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